Ana Cristina Herreros: “Me siento una mujer que tiene mucho que contar, y que quiere contarlo sin miedo a que le cierren la boca de un puñetazo.”

Te hemos oído decir que tu abuela nunca te contó un cuento, y que por eso te tocó escuchar a la gente que no tiene voz. Leonesa, filóloga y experta en tradiciones orales, ¿cuándo decidiste que esto era a lo que querías dedicarte? ¿hubo un momento concreto o ha sido un proceso?

Toda meta implica un recorrido, un camino, pero en este camino ha habido hitos. El primero fue que crecí, como casi todas las mujeres de mi generación, como casi todas las mujeres, en medio de mujeres silentes, acalladas, que callaban porque tenían miedo, y el miedo es una gran mordaza que no necesita leyes. No olvidemos que en este país “no significarse” era la consigna para no concitar las envidias y que eso te acarrease la muerte, y esta necesidad de no destacar, de no significar, se lograba mediante el silencio. La gente callaba y miraba el suelo para no ver las atrocidades que se cometían, por eso eran insignificantes. Eso me llevó a leer, leía todo porque necesitaba escuchar las historias, la historia que me era negada (y leer es una manera de escuchar, de eso saben mucho los censores de la época), y leí tanto que acabé en la Universidad de León. Allí cursé primero, segundo y tercero de filología, y después me licencié en la Universidad Autónoma de Madrid, después de haber pasado por la Universidad de Salamanca y de Siena para estudiar lengua y literatura italiana. Empecé dos tesis: una, que no acabé, sobre “Neopopulismo en la lírica culta del siglo XX” o de cómo los poetas cultos descubrieron que el pueblo también tiene poesía, porque la gente a la que le prohíben hablar canta. Y otra, que acabé pero no defendí, sobre un romance popular panhispánico. “La doncella guerrera”, que canta y cuenta cómo tenemos las mujeres que vestirnos de hombres, real o simbólicamente, para poder ser, para poder tener voz. No la defendí porque murió mi director de tesis: Diego Catalán Menéndez-Pidal, y me quedé viuda de director y fiel, como la alondra, a su memoria.

¿Te sientes una trovadora del siglo XXI?

Me siento una mujer que tiene mucho que contar, y que quiere contarlo sin miedo a que le cierren la boca de un puñetazo.

Nosotras somos “de letras” pero queremos oírlo (leerlo) de parte de una especialista: ¿cómo nos explicarías lo que es un cuento? ¿hay algún cuento que sea recurrente en diferentes culturas, muy diversas, o qué características tienen en común los cuentos de hoy en día y de antaño?

Un cuento es género literario que se caracteriza por que se narra en tercera persona y en pasado, y que comienza con una fórmula (érase una vez, cuentan que, dicen los que cuentos cuentan que…) que sitúa al que escucha en un momento que no es el “ahora” sino el “siempre” (porque el tiempo de los cuentos es atemporal) y en un lugar que no es “aquí” sino “cualquier lugar” (porque el lugar donde transcurren los cuentos no está localizado). El cuento es un viaje simbólico que comienza con un conflicto que pone en camino al que tiene el conflicto para resolver su problema, y en ese camino se encuentra con el otro (“el donante”, que diría Vladimir Propp), y ese otro le ayuda a resolver el conflicto que lo había puesto en camino, y, gracias al donante, puede regresar al lugar de donde partió, rico con cuanto halló en el camino y, sobre todo, soberano de su propia vida porque aprendió que, cuando vuelva a tener otro problema, solo tiene que ponerse en camino porque siempre va a encontrar a alguien que lo ayude. Todos los cuentos del mundo se pueden clasificar tipológicamente en unos pocos tipos. Son prácticamente los mismos porque una sola es la patria humana, porque lo humano no sabe de fronteras ni de nacionalismos. El interés por estos cuentos que cuenta el pueblo surge durante el Romanticismo (en este momento también surgen los nacionalismos) y surge con la convicción de que hay un espíritu alemán y que los cuentos reflejan este espíritu que da sentido al nacionalismo alemán. Los hermanos Grimm acometen la tarea de recoger los cuentos y preservarlos mediante la publicación de un libro, y ya ellos al final de su vida se dan cuenta de que no existen los cuentos alemanes porque son iguales que los de los polacos, que son iguales que los de los rusos, que son iguales que los griegos…

Tras más de 25 años como editora, te lanzaste al vacío y creaste tu propia editorial, Libros de las Malas Compañías. Es un tanto “peculiar” ya que, entre otras cosas, devuelve a la vida libros descatalogados (colección “Rescatados”). ¿Por qué?

El mundo editorial es un mercado y, como todos los mercados, busca producir y producir, por ello destruye los excedentes para colocar en las mesas de los libreros las novedades. Libros de las Malas Compañías es una editorial desobediente y caprichosa, eso que nos decían las monjas que no se debía ser. Y por eso no quiere ser cómplices de esta forma de economía de mercado que destruirá el planeta si eso le sale barato, si esa destrucción le da beneficios económicos. No creemos que los libros, porque pasen siete o veinte años, ya no merezcan ser distribuidos o vendidos porque creemos en la literatura y la literatura es atemporal. Por eso publicamos libros que consideramos necesarios, aunque hayan sido publicados hace 20 años y descatalogados porque no son nuevos. Creemos en el valor de lo viejo, de los clásicos, de lo que merece perdurar porque lo que cuenta no se refiere a un tiempo, a una época, sino a “siempre” y a “cualquier lugar”. Eso que llamamos “clásico”.

Una de las experiencias que más nos ha impactado de tu carrera son esos viajes por África (Mozambique, Sahara…), que fueron semilla de la “Serie negra”, la colección con la que queréis recuperar (y plasmar en papel) la memoria oral de comunidades negras, y que también tiene fines solidarios. ¿Cómo surge la idea, fue estando allí, había un germen antes de llegar…o surgió al volver a España?

En el año 2012 me dieron un premio que compartí con Michelle Obama (a mí me lo dieron por trabajar) porque mi libro Cuentos del Mediterráneo se usó tras la guerra de los Balcanes para explicarle a la gente que lo que los había enfrentado no eran diferencias culturales sino intereses económicos (como sucede en todas las guerras), porque los cuentos que se cuentan en el Mediterráneo (y en todo el mundo) son los mismos. Ese año me descatalogaron ese libro. Se había publicado en el 2005 y ya no era una novedad. Pero la editorial me escribió (cumpliendo con la ley de propiedad intelectual) para pedirme que firmara la destrucción de los ejemplares. En España y en casi todos los países se bonifica la destrucción. Pero yo fui a un colegio de monjas en León y aprendí a desobedecer, así que no firmé la destrucción y me entregaron todos los ejemplares: 2.644 libros de tapa dura. Una amiga alojó esos 2.000 kilos de libros en su caseta de herramientas. Ese año conocí a una vecina que había ido a Senegal y había visitado un pueblo cuya biblioteca había sido destruida por unas lluvias torrenciales. Necesitaban libros y yo tenía libros, pero mis libros eran en español y ellos necesitaban libros en la lengua en que se alfabetizan: el francés, porque sus lenguas no se escriben. Así que vendí mis libros descatalogados para comprar libros en francés y los llevé a Senegal.

Cuando llegué, me di cuenta de que no había llevado nada para los niños. No tenía libros para prestarles a los niños. Solo tenía abuelos. Pregunté cómo empezaban los cuentos y me fui a escuchar y a grabar los cuentos que escuchaba. Al año siguiente viajé con un ilustrador, Daniel Tornero, y durante el verano, la estación de lluvias torrenciales, hicimos talleres en la biblioteca para que los niños no fueran al arrozal y les picasen menos los mosquitos que inoculan la malaria y el dengue. En esos talleres escuchamos más cuentos e ilustramos con los niños y las niñas diolas, y con ese material publicamos El dragón que se comió el sol y otros cuentos de la Baja Casamance, el primero de los libros de la Serie Negra. Destinamos el porcentaje de autor a un proyecto en la zona. Preguntamos en la inspección educativa qué necesitaban y nos dijeron que apoyo a los profes que imparten español en el currículum de secundaria, y eso hemos hecho. Viajé durante 2017 a Senegal y en Louga (norte de Senegal), Oussouye y Ziguinchore (Baja Casamance) realicé talleres de literatura y lengua española para profes de secundaria. Y seguimos llevando libros a la biblioteca y dinamizándola. Y fue así como nos dimos cuenta de que las mujeres no venían a la biblioteca y también supimos que no venían porque no sabían leer, así que contactamos con las asociaciones de mujeres y a través de ellas captamos a esas mujeres e hicimos el primer curso de alfabetización en la lengua que ellas, en asamblea, decidieron: el francés. Primero aprenden francés y luego aprenden a escribir y a leer en francés. Y ya tenemos dos grupos que han aprendido a leer y un grupo que está aprendiendo historia y matemáticas para presentarse al examen que las habilitará como poseedoras del título de Primaria.

Contamos cuentos para la que la gente silenciada tenga voz. ¿Cuál es el cuento que más te ha impactado de los que has conocido?

Mi cuento favorito últimamente es un cuento esquimal, “La mujer esqueleto”, que es la historia de una mujer que se deja la piel, como todas, y que recupera su carne y su piel de mujer cuando aprende a querer no a quien la sumerge en un mar helado sino a quien la cuida. Curiosamente encontré en Senegal una versión de este cuento, pero, aunque las dos mujeres buscan el marido perfecto, en Senegal ella no se casa con dos osos polares (por razones obvias) sino con una serpiente pitón. Pero ambas aprenden a querer y, sobre todo, a entender que quien busca un marido perfecto acaba casándose con un animal (o con dos) porque no hay hombres (ni mujeres) perfectos. Este tipo de cuentos tenían la función de alertar a las muchachas que no se debía elegir por la apariencia y que la elección de compañero no debía obedecer a un capricho.

Navegar por la web de “Libros de las Malas Compañías” es un placer, y más aún descubrir los “Artefactos”, “Caprichos” y los libros sobre personas con diferentes capacidades, como es el caso de “La gente también cuenta”. ¿Cuál es la sección de mayor éxito o qué mejores resultados os ha reportado (a nivel repercusión mediática, comentarios de los lectores…)?

La Serie Negra es nuestra serie estrella. Daniel Tornero y yo viajamos a lugares de África donde hay colectivos o etnias recontrasilenciadas, tanto que hasta son segregados o estigmatizados en su propio país. Primero escuchamos e ilustramos con los diolas en el sur de Sengal, en cuya tierra hay minas antipersona y adonde ni siquiera los senegaleses se atreven a ir. Dicen que hay secuestros y asesinatos. Nada de esto hemos visto. Allí apoyamos la red de profesores que enseñan español y apoyamos una biblioteca y un curso de alfabetización con mujeres. Luego viajamos a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf. Allí, alejados de sus casas y separados de su familia por un muro rodeado de minas antipersona, espera el pueblo saharaui en el exilio poder volver a su tierra ocupada por Marruecos. Escuchamos a las mujeres mayores y recuperamos los cuentos que hablan de quiénes son, eso que llamamos identidad, y que tan ligado está a la memoria. Esperamos comenzar pronto nuestro proyecto de publicar en hassanía los cuentos que nos contaron y que recogimos en Los cuentos del erizo y otros cuentos de las mujeres del Sáhara. Después viajamos a Mozambique y allí escuchamos e ilustramos con las personas con albinismo de Mozambique. Considerados espíritus, son secuestrados y mutilados, y sus miembros usados en ritos de buena suerte. Publicamos sus cuentos en el libro Los cuentos del conejo y otros cuentos de la gente albina de Mozambique, porque queríamos mostrar que son humanos porque tienen literatura, la fértil literatura oral que tienen todos los pueblos en África, pues sus más de 2.000 lenguas no se escriben. Con la venta de este libro apoyamos un proyecto que se llama: Una máquina para coser la esperanza. Hemos recogido de los centros de mayores de Chamberí (Madrid) 70 máquinas y África Directo las ha llevado a Maputo y con ellas las personas con albinismo están cosiendo su esperanza.

¿Tenéis algún proyecto – que se pueda revelar- planeado próximamente? Un nuevo destino para la Serie Negra, una nueva colección o colaboración con alguna institución…

En noviembre nos vamos a Camerún, con una ONG que se llama Zerca y Lejos, a escuchar a los Baka. Estos pigmeos son esclavizados por otras etnias de más talla y, además, expulsados del bosque donde vivían, que ha sido talado para hacer papel, han sido alcoholizados para satisfacer a los turistas, que gustan de ver cómo bailan después de tomarse una botella de whisky. Antes de que el alcohol les haga olvidar dónde vivieron un día, vamos a escucharlos, a recoger sus cuentos y a ilustrar con ellos.

“Mantener viva la memoria de los que ya no están” oímos en tu TEDx. Entre el cierre de las librerías, la proliferación de un estilo de vida lleno de caos… ¿cómo lo hacemos para que estas tradiciones orales no se pierdan?

La tradición oral está más viva que nunca. La gente cada vez tiene más necesidad de presencia, de piel, de mirada. La gente cada vez tiene más necesidad de escuchar. Y esto lo demuestra que la próxima línea de negocio de gigantes como Amazon son los audiolibros. La lucha es que esa voz que se escuche no sea solo la voz de los que escriben, sino que sea la voz de las que callan.

¿Crees que los audiolibros y los podcasts –otro formato que está empezando a crecer en España– pueden ser una pequeña tabla de salvación para cuentos y folklore?

Estoy convencida. Hace no muchos años, cuando querías hacer un trabajo de campo, tenías que viajar al lugar donde querías realizar la recogida o irte a la Biblioteca Nacional o a la del CSIC o a alguno de los archivos que guardaban la tradición oral. Ahora se pueden escuchar audios que recogen cuentos tradicionales o leyendas en las páginas de muchos municipios. Además, la digitalización de muchas bibliotecas y archivos permiten que, desde tu casa, sentada delante del ordenador, puedas hacer gran parte del trabajo de campo. La rapidez en la transmisión de lo grabado permite también que la voz que has recogido viaje a una velocidad supersónica. Los foros de folcloristas, etnólogos, y demás investigadores de la tradición oral permiten también que se puedan compartir los registros de material tradicional realizados.

Castilla y León es una comunidad muy grande y diversa, y en la que aún tiene mucha importancia el mundo rural, ¿sería necesario que tomáramos medidas (algún colectivo, las instituciones…) para que no se pierda toda esa riqueza artística y cultural acumulada en los pueblos?

No solo es necesario, es urgente. Los mayores fallecen, sin que su voz haya sido escuchada y recogida. Y la iniciativa ha de ser pública. Las diputaciones y ayuntamientos deberían tomar la iniciativa de recoger todo ese patrimonio oral del que nuestra comunidad es tan rico. Escuchar, recoger, catalogar y difundir es tarea de las instituciones. Un pueblo que olvida quién fue, tampoco sabe quién es. Un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Por eso la memoria es tan necesaria, porque configura nuestra identidad. Pero esta desmemoria inducida no es casual. Está auspiciada por los que quieren pasar página sin leerla, sin que la leamos. Ahora son ellos los que tienen miedo. Pero no podrán callar las voces de los que claman por que sea restituido el honor y la dignidad donde hubo indignidad, donde hubo envidia, represión y muerte. Le tienen miedo a la justicia, por eso denuestan o prohíben los cuentos tradicionales. Dicen que son machistas y violentos. Ignoran que los cuentos no hablan de la realidad, hablan de la verdad porque son simbólicos (lo mismo que el juego). Pero sí saben que en los cuentos triunfa la justicia y que siempre hay una restitución al que ha sufrido injusticia. Por eso les dan tanto miedo.

Por último, dos preguntas, ¿qué consejo le darías a alguna mujer que quiera ser escritora o editora? ¿nos recomendarías a un par de escritoras (si alguna es castellano y leonesa, mejor que mejor)?

A una mujer le recomendaría que sea escritora o editora o lo que sea como forma de vida, que no haga de escribir o de editar un trabajo, sino un oficio, que le vaya la vida en lo que haga. También le recomendaría El cuento de nunca acabar, de Carmen Martín Gaite, y cualquier poema de Raquel Lanseros.

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++info:

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https://www.librosdelasmalascompanias.com/

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