“La inversión pública en cultura y arte es fundamental, es avanzar hacia la consecución de un derecho humano”

Paula Álvarez es gestora, investigadora y productora cultural. Nació en Valladolid, trabajó en el MUSAC de León y de ahí, voló al otro lado del Atlántico, donde ha desarrollado gran parte de su carrera, sobre todo en El Salvador. En esta entrevista hablamos sobre cultura y lo que significa para el desarrollo de una comunidad y de un país, acerca de la creación
colectiva e intercambios culturales, y de qué podemos aprender de ese continente tan cercano y tan lejano a la vez, América Latina.

Gestora, investigadora y productora cultural nacida en Valladolid…¿qué te lleva a El Salvador?

El MUSAC es al mismo tiempo el impulsor y el expulsor, el motivo de migrar a El Salvador. Por un lado, en 2010 se celebra una exposición fantástica de la sección latinoamericana de la colección de arte contemporáneo del Museo de Castilla y León que fue acompañada de un programa de actividades. Las obras de arte que se expusieron, los textos que cayeron en mis manos para preparar los contenidos para medios, la relación que mantuve con la comunidad latina, me permitió acceder a una mirada más compleja y emancipatoria del presente latinoamericano. Tenía
27 años, llevaba cinco años trabajando en el museo y tenía ganas de ampliar mis horizontes profesionales, cognitivos y vitales. La idea de Latinoamérica comenzó a ser una opción.

Como digo, el MUSAC además de motor, fue expulsor. En resumen: las condiciones precarias del museo, la sobrecarga laboral, mi interés creciente por Latinoamérica y por la gestión y producción del conocimiento mediado por las TIC’s, me hicieron renunciar al museo y lograr la beca de gestión cultural de la Agencia de Cooperación Española al Desarrollo adscrita al Ministerio de Asuntos Exteriores, para trabajar dos años en el Centro Cultural de España en El Salvador.

Allí también montaste y gestionaste durante bastante tiempo La Casa Tomada, ¿qué es este espacio?

Es un espacio cultural que arranca a finales de 2011 impulsado por el CCESV, con toda la complicidad e impulso de la AECID. Un espacio imaginado y proyectado al principio muy orgánicamente por un grupo, entre los que me encuentro, de expertos salvadoreño-españoles/as
en distintos ámbitos de las humanidades.A día de hoy yo diría que La Casa Tomada es un lugar de pequeñas empresas culturales diversificadas que trabajan juntas para el sostenimiento de sus actividades y las de la Casa.
Mi rol en la casa tomada ha sido complicado: puedo decir con orgullo que soy Comadre, cocreadora, coproductora, miembro de la asamblea… pero también estuve contratada durante casi 3 años como coordinadora del proyecto que permitió a nivel económico poder experimentar ese modelo de gestión colectiva, equipar cada uno de los espacios comunes e individuales, generar propuestas de educación artística destinadas a jóvenes y a establecer una relación con comunidades aledañas acompañándolas en sus procesos de cultura de base.

Además, nos cuentas que coordinaste la residencia artística de Al Lado, en El Salvador, “un espacio independiente y subversivo”. ¿Qué tipo de intercambios viste/se ven allí, entre personas de diferentes procedencias, modalidades…?

Al Lado es un lugar muy especial en El Salvador. Se abre en 2015 y es la primera residencia artística que hay en la capital salvadoreña. Un espacio donde desarrollar procesos artísticos por un período concreto. En mi etapa lanzamos las becas de residencia para jóvenes artistas salvadoreños “La veranera”: durante un mes los artistas se trasladaban a vivir y convivir en la residencia. La música en mi etapa también fue un pilar de sostenibilidad del espacio. Pudimos generar, por ejemplo, Los Conciertos Invisibles, una iniciativa del colectivo vallisoletano Laika que replicamos con su permiso en El Salvador.

Además de El Salvador, tienes amplia experiencia en la región. Perú, Honduras, Guatemala…¿Nos puedes hablar un poco de los proyectos llevados a cabo en cada una de estas ubicaciones? ¿Hay muchas diferencias entre unos países y otros?

Mis estancias en los países que mencionan han sido para impartir cursos de gestión cultural: comunicación para industrias culturales; sostenibilidad de proyectos de cultura de base; difundir el modelo de gestión de La Casa Tomada, etc. Encuentro dos características comunes en todos los países que he podido visitar: la colonización, el imperialismo y la globalización política, económica y cultural, son causas de la enorme inequidad e impactan diariamente de forma negativa en la vida de la gente; y por otro lado: el arte y la creación artística, independientemente de las condiciones de cada contexto, sobreviven como un mecanismo de resistencia y emancipación.

¿Con qué te quedas de tu recorrido por el continente americano, tanto desde el punto de vista profesional como del personal?

Hablaré con lo que me quedo de El Salvador. Sin duda con el optimismo, la esperanza, la lucha por la justicia social, la capacidad de organización colectiva, la relación profunda de las personas con los recursos naturales y el respeto a “la cultura popular”

¿Has encontrado obstáculos en América Latina en tu trabajo por el hecho de ser mujer?

Menos obstáculos que encuentran la mayoría de las mujeres en El Salvador. Yo reconozco mis privilegios por ser mujer blanca, licenciada y que ha ocupado un espacio de reconocimiento simbólico en el país. No obstante, vivimos en un sistema patriarcal y la cultura machista también
impera en estas latitudes. Tanto en España como en El Salvador he podido identificar muchas actitudes machistas entre mis propios compañeros: con frecuencia en el ámbito del sector cultural.

Volvemos a Valladolid, donde estudiaste historia del arte, ¿alguna vez te imaginabas llegar al lugar donde estás hoy, tanto literal como figuradamente?

No imaginaba viviendo ocho años fuera de España, como tampoco imaginaba que la crisis iba a golpearnos y atravesar nuestras vidas de esta manera tan directa. Ahora también me cuesta imaginar regresar a trabajar a Castilla y León con casi 40 años y la desconexión fruto de un período tan prolongado de ausencia.

¿Cuándo descubriste que querías dedicarte a la gestión cultural y especialmente, a proyectos que relacionan las instituciones públicas y a la sociedad del país?

La inversión pública en cultura y arte es fundamental, es avanzar hacia la consecución de un derecho humano. Está demostrado que la cultura necesita de subsidio y que debemos de entenderlo como una inversión, no como un gasto. Me interesa, además del servicio público, justamente los diálogos a veces tensos entre institucionalidad e iniciativas de la sociedad civil y privadas.

¿Cómo influye la creación colectiva en el desarrollo artístico de un área?

La creación colectiva contribuye a desmontar parámetros muy relacionados al sistema del arte, muy patriarcales y muy instalados en el imaginario colectivo: la figura del genio creador, el valor que se da la originalidad, la hegemonía absolutista del discurso, la propiedad intelectual. En colectividad todo esto se diluye y metodológicamente el diálogo al que se tienen que someter quienes crean en colectivo es muy rico porque genera complejidades, establece nuevas preguntas, identifica nuevas soluciones alternativas, desmonta los apriorismos y está más cercano de ser una experiencia social que individual.

Aún desde la distancia, ¿cómo ves el panorama artístico y cultural en Castilla y León? ¿Crees que hay posibilidades para los artistas que se quedan, especialmente las mujeres? ¿Y desde “el otro lado”, desde los gestores culturales, hay oportunidades, financiación, espacios, para hacer cosas diferentes?

Estoy muy desconectada, sinceramente. La administración de la Junta de Castilla y León en materia cultural ha tenido un enfoque muy turístico y neoliberal y ha generado en el sector de profesionales precarización y fragilidad. Tampoco ha instaurado una política cultural de proximidad
y de descentralización: ha invertido en grandes equipamientos y no ha promovido el desarrollo de artistas o de empleabilidad cultural en entornos rurales. Esto respecto a lo público. A nivel provincial y municipal pues cada gobierno es un mundo. En León, que es lo que más fresco tengo, es lamentable la gestión de la cultura desde el ayuntamiento. En Valladolid, con el último gobierno, parece que hay más iniciativas ancladas a barrios que por una década no estuvieron en el mapa de la acción cultural.
En general ha mejorado mucho la organización de la gente: hay asociaciones de gestores/as, de músicos/as que no existían hace quince años. Definitivamente una política más descentralizada (presupuestos participativos, apertura de presentación de proyectos, más subvenciones, contribuiría al desarrollo del sector. Si bien Castilla y León ha cuidado de su patrimonio arquitectónico y artístico, se extraña también la participación de la ciudadanía en la dinamización de su patrimonio, incluyendo el intangible, y hay una deuda con la gestión de la cultura de la memoria histórica.

Para ti, ¿qué es sinónimo cultura? ¿Qué “beneficios” sociales obtiene una institución (ayuntamiento, gobierno) que apuesta e invierte en propuestas culturales? ¿Qué podríamos “importar” a España de lo que has visto en Latinoamérica a nivel cultural, y viceversa?

La cultura está muy relacionada con la identidad, los valores, las costumbres, los principios y el territorio. Si hubiera habido desde hace décadas más inversión en cultura de paz desde la primera infancia, no seríamos hoy una cultura machista que viola a las mujeres con impunidad. Si hubiera más espacios que promovieran las relaciones interculturales seríamos menos xenófobos, entenderíamos mejor los dramas que vive de quien huye de su país, comprenderíamos que tenemos responsabilidad en ello. Si no nos hubieran inculcado una cultura de la velocidad, el lowcost, el usar y tirar, el consumo como forma hegemónica de ocio, la acumulación, seríamos una sociedad más sostenible, más autónoma, generaríamos otro tipo de relaciones humanas y laborales más conectadas a lo local.

De Latinoamérica podemos aprender sobre la red de cultura viva comunitaria, similar a lo que en España llamamos “cultura de proximidad”; debemos aprender a reconocer nuestros saberes y ritualidades ancestrales y al mismo tiempo aprender más a teorizar sobre la cultura, introduciendo
formación en estudios culturales, antropología en el sistema educativo. Lo que España puede enseñar o aprovechar es a mediar en que se produzcan diálogos e intercambios entre América y África, por ejemplo. En el ámbito académico se echan en falta contenidos de pensamiento latinoamericano, referentes de pensamiento no solo procedentes de la modernidad, sino conocer las cosmovisiones que no nacen del pensamiento racional, sino de la acción, el empirismo, la emoción. Finalmente poner en valor a los activistas, y especialmente a las activistas latinoamericanas en derechos humanos.

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